La baliza V16, ese cachivache luminoso que el Gobierno español ha decidido imponer como sustituto de los triángulos de emergencia a partir de 2026, representa una de las medidas más absurdas y desconectadas de la realidad cotidiana que ha parido la burocracia vial en años. Obligar a millones de conductores a gastarse entre 20 y 50 euros — para usar un aparato del que no se duda su utilidad, parcial, en algunas circunstancias, pero que anula la opción de poder seguir utilizando los triángulos.
Empecemos por lo básico: para señalizar una avería, el triángulo lleva funcionando desde hace décadas sin necesidad de manual de instrucciones, sin baterías que se agoten en el peor momento ni sin depender de cobertura móvil para "conectarse" a la DGT. La V16, en cambio, convierte una acción simple —salir, colocar, volver— en un acto más sencillo, pero que no suple al triángulo en todas sus utilidades.
La DGT vende la moto de que evita "20 muertes anuales" por atropellos al colocar triángulos, pero omite que esas tragedias ocurren casi exclusivamente en autopistas de alta velocidad, donde cualquier conductor mínimamente sensato ya se coloca lo más lejos posible y activa las luces de emergencia. En el 90% de las averías —un pinchazo en una nacional, un motor que falla en un pueblo— el riesgo es mínimo y el triángulo cumple sobradamente. Según avanza la investigación y más personas se suman al debate, más poco apropiado parece el invento de utilizar un dispositivo luminoso en el techo o lateral del vehículo como herramienta única y legal de señalización.
¿Es esta imposición legal? De todo esto hablamos con el experto en seguridad vial José Lagunar, de auto FM. El escándalo de la Baliza v16 se agranda.